La Iglesia de Dios es convocada en Sínodo.
El camino sinodal se
desarrolla dentro de un contexto histórico caracterizado por grandes cambios de
la sociedad y por una etapa crucial de la vida de la Iglesia, que no es posible
ignorar:
Una tragedia global como la pandemia del COVID-19 «despertó durante un
tiempo la consciencia de ser una comunidad mundial que navega en una misma
barca, donde el mal de uno perjudica a todos. Al mismo tiempo la pandemia ha
hecho detonar las desigualdades y las injusticias ya existentes.
Esta situación, que une a la entera familia humana, pone a prueba la
capacidad de la Iglesia para acompañar a las personas y a las comunidades. La
misma Iglesia debe afrontar la falta de fe y la corrupción también dentro de
ella.
La Iglesia entera está llamada a confrontarse con el peso de una cultura
impregnada de clericalismo, heredada de su historia, y de formas de ejercicio
de la autoridad en las que se insertan los diversos tipos de abuso (de poder,
económicos, de conciencia, sexuales). Es impensable «una conversión del
accionar eclesial sin la participación activa de todos los integrantes del
Pueblo de Dios»
La capacidad de imaginar un futuro diverso para la Iglesia y para las
instituciones a la altura de la misión recibida depende en gran parte de la
decisión de comenzar a poner en práctica procesos de escucha, de diálogo y de
discernimiento comunitario, en los que todos y cada uno puedan participar y
contribuir. Al mismo tiempo, la opción de “caminar juntos” es un signo
profético para una familia humana que tiene necesidad de un proyecto
compartido, capaz de conseguir el bien de todos.
«Lo que el Señor nos
pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra “Sínodo”». La
sinodalidad indica «la específica forma de vivir y obrar (modus vivendi et
operandi) de la Iglesia Pueblo de Dios que manifiesta y realiza en concreto su
ser comunión en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en el
participar activamente de todos sus miembros en su misión evangelizadora»
La pregunta fundamental
En una Iglesia sinodal, que anuncia el Evangelio,
todos “caminan juntos”: ¿cómo se realiza hoy este “caminar juntos” en la propia
Iglesia particular? ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer en
nuestro “caminar juntos”?
I. LOS COMPAÑEROS DE
VIAJE
En la Iglesia y en la
sociedad estamos en el mismo camino uno al lado del otro. En la propia Iglesia local, ¿quiénes son los que
“caminan juntos”? Cuando decimos “nuestra Iglesia”, ¿quiénes forman parte de
ella? ¿quién nos pide caminar juntos? ¿Quiénes son los compañeros de viaje,
considerando también los que están fuera del perímetro eclesial? ¿Qué personas
o grupos son dejados al margen, expresamente o de hecho?
II. ESCUCHAR
La escucha es el
primer paso, pero exige tener una mente y un corazón abiertos, sin prejuicios. ¿Hacia quiénes se encuentra “en deuda de escucha”
nuestra Iglesia particular?
III. TOMAR LA PALABRA
Todos están invitados
a hablar con valentía y parresia, es decir integrando libertad, verdad y
caridad. ¿Cómo promovemos dentro
de la comunidad y de sus organismos un estilo de comunicación libre y
auténtica, sin dobleces y oportunismos?
IV. CELEBRAR
“Caminar juntos” sólo
es posible sobre la base de la escucha comunitaria de la Palabra y de la
celebración de la Eucaristía. ¿Cómo
inspiran y orientan efectivamente nuestro “caminar juntos” la oración y la
celebración litúrgica?
V. CORRESPONSABLES EN
LA MISIÓN
La sinodalidad está al
servicio de la misión de la Iglesia, en la que todos sus miembros están
llamados a participar. Dado que
todos somos discípulos misioneros, ¿en qué modo se convoca a cada bautizado
para ser protagonista de la misión?
VI. DIALOGAR EN LA
IGLESIA Y EN LA SOCIEDAD
El diálogo es un
camino de perseverancia, que comprende también silencios y sufrimientos, pero
que es capaz de recoger la experiencia de las personas y de los pueblos. ¿Cuáles son los lugares y las modalidades de
diálogo dentro de nuestra Iglesia particular? ¿Cómo se afrontan las
divergencias de visiones, los conflictos y las dificultades
IX. DISCERNIR Y
DECIDIR
En un estilo sinodal
se decide por discernimiento, sobre la base de un consenso que nace de la común
obediencia al Espíritu. ¿Con qué
procedimientos y con qué métodos discernimos juntos y tomamos decisiones?
Estamos ante ti, Espíritu Santo,
reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero:
ven a nosotros,
apóyanos,
entra en nuestros corazones.
Enséñanos el camino,
muéstranos cómo alcanzar la meta.
Impide que perdamos
el rumbo como personas
débiles y pecadoras.
No permitas que
la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento,
para que no dejemos que nuestras acciones se guíen
por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti,
para que no nos desviemos del camino
de la verdad y la justicia,
sino que en nuestro peregrinaje terrenal
nos esforcemos por alcanzar la vida eterna.
Esto te lo pedimos a ti,
que obras en todo tiempo y lugar,
en comunión con el Padre y el Hijo
por los siglos de los siglos. Amén.

No hay comentarios:
Publicar un comentario